En estos ecosistemas incluimos todos aquellos que se relacionan con el “agua dulce”: ecosistemas ribereños o riparios, sistemas fluviales ecosistemas lóticos; ecosistemas lagunares, sistemas lacustres, ecosistemas lénticos, lagos cráter, oasis, pozas, bordos y presas; y humedales del interior: ribereños, lacustres, pantanos, tulares, selvas inundables, bajos, cenotes, ciénegas, manantiales, presas, bordos, estanques.
El nombre coloquial de “agua dulce”, es parcialmente correcto, ya que la gran mayoría de las aguas sobre el continente (epicontinentales) son en cierto grado saladas. Por convención el agua con más de 3 gramos de sodio por litro se considera salada, que es cuando la mayoría de las personas perciben el sabor salado (Alcocer 2007).
Los ríos y arroyos son sistemas de agua con movimiento constante unidireccional sobre la superficie terrestre. Se reabastecen de agua con la precipitación y los escurrimientos superficiales, los mantos freáticos y el deshielo de las altas montañas. Forman parte del ciclo hidrológico. Por su parte, los lagos y lagunas (incluyendo presas y bordos) son sistemas con poco movimiento que se abastecen de arroyos, ríos y mantos freáticos.
México cuenta con cerca de dos millones de kilómetros cuadrados de superficie terrestre y dentro de ellos alberga 320 cuencas hidrográficas, 50 ríos principales, numerosos tributarios, riachuelos y arroyos permanentes o intermitentes, además de los ecosistemas lénticos (humedales, lagos y lagunas) (Aguilar 2003, Torres Orozco 2011).
Los humedales son zonas de transición entre los ecosistemas terrestres y los acuáticos de poca profundidad. El suelo está cubierto de agua por lo menos una parte del año y crea las condiciones para el desarrollo de especies adaptadas a la humedad y de suelos característicos. Entre los humedales del interior se consideran los ribereños, lacustres, pantanos, tulares, selvas inundables, cenotes, ciénegas, manantiales, y los construidos por el ser humano como presas, bordos y estanques.
Las cuencas de captación de los principales ríos se ubican en las vertientes de los océanos Pacífico y Atlántico (Golfo de México y Mar Caribe), y en la vertiente interior, donde los ríos desembocan en lagos interiores (Aguilar 2003, Lara-Lara et al. 2008). De esta forma existen arroyos y ríos en regiones templadas, áridas y tropicales. Su tamaño y caudal aumentan conforme disminuye la altitud, llegando a los grandes ríos tropicales como el Usumacinta, Grijalva y Coatzacoalcos.
Por su parte se estima, que existen cerca de 70 lagos con tamaños de entre 10 y 100 km2 con el lago de Chapala en el extremo superior. También se han desarrollado alrededor de 14 mil reservorios (presas) de distintos tamaños que en suma representan una gran extensión (Aguilar 2003). Los humedales (incluyendo los costeros) ocupan tan solo el 6.5% del territorio nacional (SEMARNAT 2012).
Los ríos, lagos, lagunas y humedales se encuentran en todo el país y por lo tanto ocupan la gran variedad de climas áridos y semiáridos, templados y tropicales. La precipitación varía desde menos de 10 cm hasta 2 a 4 metros anuales. Como el volumen de los ríos depende de la lluvia y de su estacionalidad, los caudales varían de forma importante regional y estacionalmente.
La precipitación se distribuye de manera desigual a lo largo del territorio. El 30% del país, ubicado en el norte, tiene un escurrimiento de tan solo el 3% del total. Por su parte el 20% del territorio ubicado en el sureste, cuenta con 50% de la escorrentía. La región central del país (50% de la extensión territorial), tiene el 47% de la disponibilidad de escurrimientos (CONABIO 1998, Cotler 2010).
En los ríos, lagos, lagunas y humedales y sus hábitats ribereños viven plantas acuáticas, peces, anfibios, reptiles, insectos, moluscos y crustáceos, principalmente. Existen pocos estudios acerca de las plantas acuáticas, algunos especialistas estiman que existen unas 1,000 plantas con flores acuáticas mexicanas, otros han mencionado la existencia de 747 hidrófitas en México, sin embargo, hasta la fecha se han documentado 118 especies de angiospermas estrictamente acuáticas. Algunas ocupan lagos y lagunas, otras ríos y arroyos.
Las familias más diversas y que agrupan el mayor número de especies acuáticas son los tules y zacates de laguna (ciperáceas) y los pastos (gramíneas) que concentran casi el 42% de plantas acuáticas. El grueso de las especies de monocotiledóneas acuáticas de México es decir 325 especies viven enraizadas emergentes como tules (Schoenoplectus americanus, S. californicus, Typha domingensis y T. latifolia) y varias especies de berros (Cardamine), carricillos (Cyperus), cuchareros (Echinodorus), juncos espiga (Eleocharis), jacintos (Heteranthera), malacotes (Hydrocotyle), clavos de agua (Ludwigia), chilillos (Polygonum), camalotes (Pontederia), berros acuáticos (Rorippa), papas de agua (Sagittaria), juncos (Triglochin), lobelias (Lobelia), helechos trébol de agua (Marsilea), junco abrojo (Sparganium eurycarpum) y perrito de agua (Utricularia livida).
Algunas especies viven totalmente sumergidas como la cabomba (Cabomba), algodoncillos de los pantanos (Isoetes), (Myriophyllum), Najas (Najas), Lamas (Potamogeton), ocoshales (Ruppia), granzas (Stuckenia), pastos de agua dulce (Tristicha), pastos de cinta (Vallisneria) o los flotantes nenúfares (Nymphaea), helechos mosquito (Azolla), tepalpalacates (Limnobium), lentejas de agua (Lemna, Spirodela, Wolffia), lechuguilla de agua (Pistia). Unas más viven libremente sumergidas como los bejuquillos (Ceratophyllum), perritos de agua (Utricularia), lentejuelas de agua (Wolffiella) (Aberdeen Plant Materials Center 2011, Bonilla 2007, Barba et al. 2013, Lot et al. 2015, CONABIO 2020, Mora-Olivo 2013, Novelo 2008).
También de gran importancia es la vegetación ribereña o riparia que puede ser herbácea o arbustiva como el azumiate (Baccharis salicifolia), toloache (Datura ceratocaula) y escoba de arroyo (Heimia salicifolia) o hasta formar bosques de galería con ahuehuetes (Taxodium mucronatum), álamos (Populus) y sicomoros (Platanus), sauces (Salix), negundo (Acer negundo) y ailes (Alnus) (Rodríguez-Téllez 2016). Y en zonas tropicales, algunas de las especies ribereñas son el amate negro (Ficus cotinifolia), guatope (Inga vera), guasibán (Albizia sp.), plumillo (Schizolobium parahyba) (Meli y Carrasco Carballido 2011).
Existen casi 500 especies de peces denominados de agua dulce en México, de los cuales más del 54% son endémicos (Torres Orozco 2011). Las seis familias con mayor número de especies endémicas son gupis, espadas y topotes (Poeciliidae) con 53 especies, mexclapiques, tiros y picotes (Goodeidae) con 39, carpas y carpitas (Cyprinidae) con 39, charales y pejerreyes (Atherinopsidae) con 28, sardinillas y escamudos (Cyprinodontidae) con 21 y mojarras (Cichlidae) con 20 especies. Las diez especies de peces más comunes de ríos y arroyos son: guatopote jarocho (Poeciliopsis gracilis), pepesca (Astyanax aeneus), topote del Atlántico (Poecilia mexicana), sardinita mexicana (Astyanax mexicanus), cola de espada (Xiphophorus hellerii), guatopote manchado (Pseudoxiphophorus bimaculatus), tiro (Goodea atripinnis), mojarra norteña (Herichthys cyanoguttatus), juil descolorido (Rhamdia guatemalensis) y la mojarra del sureste (Mayaheros urophthalmus) (CONABIO 2018).
Entre las aves sobresale el mirlo acuático (Cinclus mexicanus) que se alimenta de invertebrados acuáticos en los arroyos. Varios grupos de aves viven en humedales de distintos tipos como patos y gansos, gallaretas, zambullidores, garzas y martines pescadores. La nutria de río (Lontra longicaudis), el castor (Castor canadensis) y el tlacuache acuático (Chironectes minimus) también dependen de los ríos para su alimento. Muchas otras especies de aves y mamíferos utilizan la vegetación ribereña para moverse entre distintos fragmentos de sus ecosistemas.
Una gran variedad de culebras de agua (Thamnophis spp.), tortugas (alrededor de 50 especies), ranas y sapos, e invertebrados como caracoles, cangrejos y acociles viven en ríos y arroyos. Cientos de especies de insectos tienen larvas que se desarrollan en el agua: escarabajos, chinches, caballitos del diablo, libélulas, efímeras, moscas y mosquitos. La composición de estas especies depende de la calidad del agua de los ríos y arroyos.
Los servicios ambientales que prestan los ríos, arroyos, lagos y lagunas y humedales son: a) servicios de provisión de alimentos, agua dulce, fibras, maderas, combustibles y recursos genéticos; b) servicios de regulación como regulación atmosférica y del clima, regulación hidrológica, control de la contaminación y de la erosión, y control de inundaciones; c) servicios culturales: bienestar, recreación, valor estético y de educación e investigación científica y; d) servicios de soporte de la biodiversidad, formación de suelos, reciclaje de nutrientes y fertilidad y polinización (Mendoza et al. 2014).
En las décadas pasadas se ha reconocido el caudal ecológico, que es la calidad, cantidad y régimen de flujo de agua que requiere un río para mantener sus componentes, sus procesos y seguir proporcionando servicios ecosistémicos. Para esto, es necesario entender su régimen hidrológico natural (sequías, crecidas, etc.). De acuerdo con esta noción, es necesario determinar un volumen de agua por unidad de tiempo (anual, por ejemplo) que permita que el río desempeñe sus funciones ecológicas y no cederla a concesiones. Para ello, se cuenta con una norma mexicana, la NMX-AA-159-SCFI-2012. El ambiente es el principal proveedor de agua para nuestras sociedades y debe conservarse.
Los ríos, arroyos, lagos y lagunas proveen el agua utilizada en diversas actividades económicas, las principales son la irrigación y la producción de electricidad que a través de la construcción de presas han disminuido los caudales ocasionando que varios ríos se transformen en arroyos intermitentes en algunos tramos de su recorrido. De igual forma, lagos y lagunas han sido azolvados por la llegada de sedimentos provocados por la erosión del suelo debido a la deforestación o prácticas agrícolas mal manejadas. Lo anterior, aunado a la contaminación ha ocasionado la extinción de alrededor de 127 especies de peces y 139 se encuentran amenazadas (Mendoza 2014).
Las especies exóticas introducidas son otra de las principales amenazas. Muchas especies introducidas transforman los ecosistemas acuáticos y las riberas. Por lo menos se han registrado 98 especies introducidas de peces en el país como las carpas asiáticas (Cyprinus carpio) y las tilapias africanas (Oreocromis aureus) y ocho especies de peces limpiapeceras (Loricariidae). Los criaderos de la trucha arcoiris (Oncorhynchus mykiss) nativa del norte de México han propiciado la invasión de esta especie en muchos arroyos y ríos del país (Torres Orozco 2011). Entre las especies de plantas invasoras en zonas ribereñas están el carrizo asiático gigante (Arundo donax), el pino salado eurasiático (Tamarix ramosissima), el papiro del Mediterráneo (Cyperus papyrus), la maleza acuática brasileña (Egeria densa), el tomillo de agua del viejo mundo (Hydrilla verticillata) y el lirio acuático sudamericano (Eichhornia crassipes) (Mendoza y Koleff 2014).
Río Lerma
Limpia peceras
Alrededor del 85% de las ecorregiones hidrológicas de Latinoamérica y el Caribe están consideradas como en estado crítico, en peligro o vulnerable. En México, la cuenca del río Lerma tiene degradación extrema, desaparición de más de la mitad de peces y reducción de las poblaciones de los sobrevivientes. Así mismo los caudales de los ríos Colorado y Bravo se han reducido severamente (Torres Orozco 2011).
Cuatro ríos reciben el 50% de las descargas de aguas residuales: el Pánuco, el Lerma, San Juan y Balsas. Los arroyos y ríos más pequeños también se encuentran altamente deteriorados debido al sobrepastoreo, modificación de cauces y contaminación. Varios lagos interiores en el país han sido fuertemente impactados y reducidos substancialmente.
El análisis de sitios prioritarios de aguas continentales que abarca una extensión de 598,875 km2 (28.8% de la superficie del país), indica que tan solo 15.8% están representados en áreas protegidas y 21.7% son sitios de extrema prioridad.
Para conocer el estado de salud de ríos, arroyos, lagos y lagunas se han utilizado una gran variedad de indicadores, desde los físico-químicos hasta los biológicos. Desde finales de los años 80 se desarrolló el concepto de los índices de integridad biótica, biológica (IIB) o ecológica (IIE) utilizando la composición y estructura de distintas comunidades como peces, algas, macroinvertebrados, plantas vasculares o combinaciones de ellas. Algunos de estos índices son sencillos y permiten la participación de la ciencia ciudadana para el monitoreo de estos ecosistemas.
En la NMX-AA-159-SCFI-2012 se tiene establecidos la importancia ecológica y el grado de presión sobre el agua de las cuencas que determinan a qué objetivo ambiental pertenece cada una de ellas, desde el tipo A hasta el D. Todas las cuencas hidrológicas de México están clasificadas. De esta manera conocemos en qué grado una cuenca posee atributos de biodiversidad importantes y podemos establecer metas de trabajo y colaboración para conservarlas o recuperarlas.
La restauración de arroyos, ríos, lagos y lagunas es una de las necesidades más importantes para recuperar su funcionamiento, sus especies nativas y los bienes y servicios que nos brindan. Afortunadamente en los últimos años se han iniciado proyectos de rehabilitación de ríos y humedales utilizando “infraestructura verde” en varios países. Estos proyectos se centran en el uso de procesos naturales para mejorar el funcionamiento de estos sistemas y de sus servicios ambientales. En muchos casos es necesario remover la infraestructura de canales o represas para que los ríos puedan funcionar naturalmente.
Desde 1986, México es miembro de la Convención sobre los Humedales de Importancia Internacional, llamada “Convención de Ramsar”. La Convención emplea una definición amplia de humedales e incluye los ríos y arroyos, lagos y lagunas. Su misión es “la conservación y uso racional de los humedales mediante acciones locales y nacionales, y gracias a la cooperación internacional como contribución al logro de un desarrollo sostenible en todo el mundo”. La gestión jurídica del agua tiene como fundamento los artículos 4, 27 y 115 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y la Ley de Aguas Nacionales.
Desde 1992, la Ley de Aguas Nacionales (LAN) regula la distribución y control del agua. La Comisión Nacional del Agua es la responsable de ejercer la autoridad y administración del agua. La CONAGUA ha desarrollado el Sistema Nacional de Información del Agua (SINA) con datos sobre aspectos ambientales, económicos y sociales de cuencas y acuíferos.
En 2010, se inició el Programa Nacional de Reservas de Agua como una colaboración entre gobierno (CONAGUA), organizaciones de la sociedad civil (WWF-México), fundaciones (Fundación Gonzalo Río Arronte) y académicos, que ahora forman la Red de Monitoreo de Reservas de Agua (REDMORA). Las Reservas de Agua surgen de los primeros estudios iniciados en 2005 (WWF-México y Fundación Gonzalo Río Arronte. Una reserva de agua representa el volumen de las aguas nacionales a reservar con finalidad ambiental, y cuyo objetivo es garantizar los flujos para la protección ecológica, incluyendo la conservación o restauración de ecosistemas vitales. (Ley de Aguas Nacionales. Art. 41).
Se identificaron 189 cuencas con factibilidad para establecer reservas de agua en el marco del Programa Nacional de Reservas de Agua. Los primeros estudios se llevaron a cabo en tres cuencas modelo: río Conchos (Chihuahua), ríos Copalita-Zimatán-Huatulco en Oaxaca, y río San Pedro Mezquital en Durango-Nayarit. La primera reserva de agua se decretó en 2014 en el río San Pedro Mezquital, seguida por los ríos Fuerte (2016) y Coatzacoalcos (2018). En 2018 se decretaron reservas de agua en cerca de 300 cuencas de 20 estados.