Una de las características del planeta Tierra que ha permitido el desarrollo de la vida es su distancia con el Sol que mantiene un ambiente poco extremoso. A pesar de las grandes diferencias de temperatura entre los polos y el ecuador y de las variaciones entre invierno y verano, el clima de nuestro planeta es relativamente estable. La temperatura promedio de 15° C mantiene gran parte del agua en estado líquido.
Lo que nos parecen temperaturas extremas máximas (57° C registrada en Libia) y mínimas (-82° C registrada en la Antártida) no se comparan con los extremos en nuestros planetas vecinos. Por ejemplo, nuestro frío vecino Marte presenta temperatura promedio de -63° C con máximas de 20° C y mínimas de -140° C. Por su parte, en nuestro cálido vecino Venus puede haber temperaturas hasta de 480° C, con un promedio de 460° C.
A pesar de esta estabilidad en la temperatura, desde el origen de la Tierra el clima ha tenido fluctuaciones originando épocas cálidas a épocas frías.
En un principio la atmósfera estaba compuesta de helio, hidrógeno, amonio y metano. Con la intensa actividad volcánica fue cambiando su composición con vapor de agua, bióxido de carbono, y nitrógeno. Los primeros organismos fotosintetizadores, y más tarde las plantas, contribuyeron substancialmente a modificar la atmósfera terrestre aumentando la proporción de oxígeno. Actualmente la composición de la atmósfera es el producto de las actividades de los seres vivos y contiene nitrógeno (78.08%), oxígeno (20.95%), vapor de agua (0.247%), argón (0.93%), bióxido de carbono (0.038%) y trazas de elementos como hidrógeno, helio y otros gases.
La composición actual de la atmósfera permite la estabilidad de la temperatura. La Tierra recibe energía del Sol en forma de radiación. El 70% de la energía es absorbida calentando la tierra, el mar y la atmósfera y el 30% es reflejada. El vapor de agua, bióxido de carbono, ozono y metano de la atmósfera absorben las radiaciones infrarrojas emitidas por la superficie terrestre originando el “efecto de invernadero”.
El aumento de las actividades industriales utilizando combustibles fósiles y la deforestación han aumentado las concentraciones de bióxido de carbono de niveles preindustriales de 270 partes por millón a 375 partes por millón (2005). Otros gases también han aumentado como resultado de las actividades humanas.
Video. Anomalías de la temperatura global de 1880 a 2020. Visualizaciones de Lori Perkins Publicado el 14 de enero de 2021. NASA
La CONABIO participa en el Programa Especial de Cambio Climático (PECC) 2021-2024.
El clima del planeta está cambiando, se estima que la temperatura promedio global ha aumentado en aproximadamente 1 ºC, en lo relativo al periodo de 1850-1900, siendo esto más evidente en el hemisferio norte que en el hemisferio sur. En el caso de la precipitación, aunque tiene una gran complejidad espacial y alta variabilidad temporal, se ha observado que desde 1970, la precipitación ha aumentado principalmente en latitudes superiores a los 30º de latitud. A finales del siglo XXI, a partir de varios Modelos Generales de Circulación Atmosférica, se proyecta que el aumento de la temperatura terrestre podría ser de entre 2.5 y 5°C, y que el incremento del nivel medio del mar podría ser de entre 45 y 82 centímetros. Adicionalmente, es probable que la precipitación continúe aumentando en las latitudes altas y que disminuya en las zonas subtropicales (IPCC 2013).
El cambio climático es uno de los principales factores que incrementa la pérdida de la biodiversidad. Los cambios en los patrones de precipitación y el incremento de la temperatura afectan a todos los niveles de la biodiversidad (desde genes hasta biomas); entre otros, tiene un efecto sobre la fisiología, comportamiento e interacciones entre especies, que conlleva a cambios en la distribución, tamaño y estructura de las poblaciones, lo cual a su vez puede modificar el funcionamiento y distribución de los ecosistemas (Pecl et al. 2017).
Aunque históricamente las especies se han adaptado a cambios en el clima, el ritmo al que están sucediendo estos cambios se da a una velocidad mayor que la capacidad de respuesta de la mayoría de las especies (Burrows et al. 2011, Loarie et al. 2009). Adicionalmente, la destrucción y fragmentación de los hábitats, una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad (Sarukhán et al. 2017) y el creciente surgimiento de barreras generadas por actividades humanas (p. ej., infraestructura carretera, áreas edificadas, zonas agropecuarias), incrementa la vulnerabilidad de las especies ante el cambio climático al limitar el movimiento de los organismos y las condiciones para su sobrevivencia (Tucker et al. 2018).
Cabe resaltar que la pérdida en extensión de los ecosistemas naturales (p. ej., selvas, bosques, manglares, pastizales naturales) disminuye la capacidad de la naturaleza de regular tanto los procesos bioquímicos (gases de efecto invernadero) como los mecanismos biofísicos (agua y energía) que controlan el clima en el planeta (Anderson-Teixeira et al. 2012). Por ejemplo, la pérdida de vegetación libera a la atmósfera una gran cantidad de dióxido de carbono, a la vez se disminuye su capacidad de ser sumideros de carbono, lo que acelera el calentamiento global; además de que provee protección ante condiciones climáticas extremas. Por lo que entre las estrategias más importantes de adaptación basada en ecosistemas se encuentran la conservación y restauración ecológica (Lhumeau y Cordero 2012).
Con el propósito de fortalecer las estrategias de conservación y restauración de la biodiversidad es necesario alcanzar una mayor comprensión sobre la dinámica de las especies y sobre el funcionamiento de los ecosistemas. En este contexto, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) reconoce la necesidad de generar información sobre el estado de la biodiversidad ante el cambio global, así como generar herramientas bioinformáticas que le permitan a la sociedad conocer los efectos del cambio climático sobre los ecosistemas y su biodiversidad. Como miembro de la Comisión Intersecretarial de Cambio Climático, la CONABIO propuso tres acciones puntuales específicas las cuales fueron incorporadas en el Programa Especial de Cambio Climático (PECC) 2021-2024, mismo que fue publicado el lunes, 8 de noviembre de 2021 en la edición vespertina del Diario Oficial de la Federación. Las acciones de CONABIO dentro del programa y sus objetivos se describen a continuación:
La acción tiene como objetivo evaluar la exposición de un conjunto de especies y ecosistemas ante el cambio climático para contribuir con insumos para la evaluación de la vulnerabilidad de los ecosistemas y sus especies para contribuir a diseñar acciones de conservación y restauración en un contexto de cambio global. El conocimiento sobre qué especies y ecosistemas son vulnerables al cambio global puede ayudar a informar la toma de decisiones para la implementación de planes de adaptación a nivel nacional y para informar las acciones de conservación a nivel global. Los resultados de esta acción estarán disponibles en el portal de geoinformación de la CONABIO y en el Explorador de Cambio Climático y Biodiversidad, este último facilita la consulta a personal no especializado en el manejo de los sistemas de información geográfica y a la ciudadanía en general.
Esta acción tiene como objetivo hacer una revisión de la literatura científica para generar una línea base del estado del conocimiento actual sobre los efectos observados y proyectados del cambio climático en la biodiversidad terrestre y marina de México. Esta línea base permitirá identificar avances y vacíos en el conocimiento sobre la vulnerabilidad de la biodiversidad de México al cambio climático. Por ejemplo, se espera poder identificar los grupos taxonómicos menos estudiados, así como los aspectos de la biología de las especies que han sido menos explorados.
El objetivo de esta acción está enmarcado dentro del Programa Sectorial (SEMARNAT 2020), y tiene como propósito el desarrollo o actualización de seis sistemas de información que apoyen las acciones de conservación y uso sustentable de la biodiversidad y la restauración de los ecosistemas. Estas plataformas ayudarán en la identificación de problemas emergentes, facilitarán evaluaciones más efectivas y ayudarán en el diseño e implementación de planes de adaptación al cambio climático.