En 1952 me convertí en la primera Ingeniera Agrónoma de México. Con ello permití que en México la agronomía pudiera ser estudiada por el 50% de la población a la que antes se le negaba este conocimiento. Fui pionera en la investigación-acción-participativa y en brindar capacitaciones a las mujeres campesinas de México, lo que se volvió una herramienta muy importante para el desarrollo rural y para la conservación de la diversidad agrícola del país.
Mi nombre es María Elena Jiménez Lozano. Nací a principios del siglo XX en la Ciudad de México. En esa época, la ciudad era más bien un conjunto de pueblos cercanos, conectados entre sí por tranvías y por canales navegados por trajineras. El resto del paisaje eran cultivos, principalmente de maíz y otras especies de la milpa. ¡Qué bello era el maíz jiloteando y qué delicia los elotes recién cosechados en septiembre!
Crecí en el México post-revolucionario, cuando la cocina de México se convirtió en un elemento importante en la construcción de la identidad nacional. Si bien muchas mujeres se dedicaban a estudiar la cocina, llegando incluso a publicar más de 100 recetarios como hizo Josefina Velázquez de León, a mi lo que me interesaba era el proceso previo: el cultivo de las plantas. ¡Qué maravilla era ver cómo año con año se transformaba la tierra desnuda en milpa! ¿Cómo se cultivaba el maíz, cómo saber cuándo sembrarlo? ¿Quiénes y cómo seleccionan y guardan las semillas? ¿Cómo las familias campesinas escogen entre las tantísimas variedades de maíz para saber cuál es la más adecuada para cada tipo de tierra? Yo quería saber todo esto, por lo que decidí estudiar agronomía.
A pesar de mi entusiasmo y capacidades intelectuales, no me dejaron inscribirme en la Universidad Autónoma de Chapingo (antes Escuela Nacional de Agricultura) por ser mujer. Pero no me rendí, fui a la Secretaría de Agricultura, donde conocí a Lorenzo Martínez Medina, el entonces director de la Escuela Regional de Agricultura Antonio Narro (actualmente Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro) y lo convencí de que se me admitiera en dicha escuela. Inicié mis estudios en 1948, pero este logro no representó el fin de las barreras que se me impusieron por ser la primera mujer en una carrera que se consideraba para hombres. Recién entré sufrí novatadas, agresiones físicas y verbales, y un constante aislamiento e incomprensión por parte de mis compañeros, quienes parecían querer dejar en claro que no era bienvenida.
El ambiente era tan hostil que en mis primeras vacaciones regresé a mi casa con la idea de renunciar. Sin embargo mi madre me dijo tajantemente “te vas a regresar a la Narro, porque con el esfuerzo que tú haces vas a abrir el camino para otras mujeres que quieran estudiar la misma carrera”. Le hice caso, y así, a pesar de los obstáculos, concluí exitosamente mis estudios en 1952. Al año siguiente se le concedió a la mujer mexicana el derecho al voto y a ser votada, así que sin duda las cosas estaban cambiando para nosotras.
Tan pronto obtuve mi título comencé a trabajar en Valles Centrales del Estado de Oaxaca, donde fui pionera en la investigación-acción-participativa y creé los fundamentos teóricos y prácticos para realizar capacitaciones participativas a las mujeres campesinas en México. Esto es muy importante para el avance del conocimiento del proceso de domesticación de las plantas cultivadas, y también para la conservación de la diversidad agrícola, ya que las mujeres campesinas juegan un papel crucial en la selección de semillas y son quienes manejan y conocen la mayor cantidad de cultivos y plantas manejadas, como los quelites. Sin embargo, las investigaciones previas rara vez las consideraban y sus aportaciones tanto al conocimiento como a la producción de alimentos eran ignoradas.
Ejercí mi carrera durante más de 25 años. Además de investigadora, fui líder de programas enfocados hacia el mejoramiento del hogar rural por todo México, con énfasis en el desarrollo de las mujeres campesinas. Participé en la formación de la especialidad de de “Desarrollo rural” en mi alma mater, y llegué a ser diputada federal. Mi decisión de estudiar agronomía y mi perseverancia para ser admitida abrió la brecha para que las escuelas de agronomía aceptaran mujeres. La primera en seguir el ejemplo de la Narro fue la Escuela de Agricultura "Hermanos Escobar" de Cd. Juárez, y 20 años después la Universidad Autónoma de Chapingo que me había cerrado las puertas originalmente. Actualmente las mujeres representamos el 40% de la matrícula en las universidades donde se enseña este campo del conocimiento.
Contribución de Alicia Mastretta
Vista del Valle Grande de Oaxaca desde el cerro sagrado de Monte Albán. José María Velasco (segunda mitad del siglo XIX).
Universidad Agraria Antonio Narro en Saltillo, Coahuila
Facultad de Ciencias Agrícolas y Pecuarias BUAP. María Elena Jiménez Lozano "La primera Ingeniera Agrónoma en México".
Pedroza Ortega, L.O. 2018. Ingredientes de mexicanidad: la cocina en el México posrevolucionario (1930-1960) en La alimentación en la historia. Chaín, et al (coords). Obras de referencia 41. Ediciones Universidad Salamanca.
Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural. DíaDeMuertos: Protagonistas del campo mexicano.
Tovar, A. 1996. Mil quinientas mujeres en nuestra conciencia colectiva: catálogo biográfico de mujeres de México. Documentación y Estudio de Mujeres.